Javi era un niño de 6 años al que le gustaba mucho jugar a la pelota. Tanto le gustaba que, cuando no le veían sus padres se ponía a jugar en su cuarto sin que nadie le viera.
Sus padres no le dejaban jugar a la pelota dentro de casa porque era muy peligroso, ya que podían caerse cosas al suelo y romperse.
Un día que los padres de Javi habían salido a comprar, Javi aprovechó la oportunidad y se puso a jugar en medio del salón con la pelota.
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